Tantos premios para una cinta de agua de 240 km de longitud: declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996; sus 9 esclusas, en el barrio de Fonseranes de Béziers, Monumento Histórico. ¡Eso es todo!

Porque «nostre canal» -como decimos en occitano- es precioso, con sus puentes en cuclillas y sus cuencas de esclusas tan ovaladas como balones de rugby.

Su construcción fue un auténtico tour de force de la ingeniería -obra de Pierre-Paul Riquet, de Béziers- y de las manos de más de 12.000 obreros.

¿Qué lo hace tan único? Un «je ne sais quoi» que es a la vez majestuoso y humilde, único y popular, bello y puro. Como una reliquia de una época pasada que se niega a desaparecer.

El Canal du Midi nació en Béziers

Los romanos, Carlomagno, Francisco I y Enrique IV ya habían pensado en unir el Atlántico con el Mediterráneo para evitar el turbulento estrecho de Gibraltar, los piratas bárbaros y una ruta más larga para el transporte de mercancías.

Pero fue un hombre de Béziers quien llevó a buen puerto este titánico proyecto en el siglo XVII: Pierre-Paul Riquet, bajo el reinado de Luis XIV. Resultado: una obra maestra de la ingeniería civil y de la estética, legada a la posteridad y a la región de Languedoc.

Monsieur Riquet ha encontrado LA solución al problema principal: suministro permanente de agua al canal. Mientras estudiaba la Montagne Noire, entre Carcasona y Castelnaudary, imaginó almacenar el agua de todos los arroyos que bajaban por las laderas en un lago embalsado en Saint-Ferréol, para luego transportarla río abajo por un canal hasta la cuenca hidrográfica, el Seuil de Naurouze: Aquí es donde las aguas fluyen naturalmente de un lado a otro (el Mediterráneo); la otra hacia el oeste (el Atlántico).

Es en Béziers donde el Canal ofrece sus principales obras.